La Infanta Doña Elena, como ella misma exige que la llamen, sería la Reina de España en la actualidad de no tener una ley de sucesión que aparta a las mujeres del trono si existe un hermano varón, como ha ocurrido en su caso. Pero el tren de vida de una persona de su rango y posición necesita ingresos sólidos y sustanciales, más allá de la asignación familiar.

De todos es sabido su interés por la hípica, que sigue practicando con frecuencia, aunque eso no da “de comer”. Tampoco su afición por los toros o la moda. Así que Doña Elena tiene que trabajar, o eso parece, para complementar los pingües ingresos que recibe de la Casa Real, que nos pueden parecer una maravilla al resto de los mortales, pero que no le dan para seguir su ritmo de vida ni el de sus díscolos hijos. Aunque los gastos de educación y formación de sus nietos siempre han corrido a cargo del Rey Emérito, Juan Carlos I, que se los ha pagado y sigue haciéndolo a todos menos a la heredera al otro, Doña Leonor, y su hermana, la Infanta Sofía.

Según la periodista especializada en la Familia Real española, Pilar Eyre, la mayor del clan Borbón cobra alrededor de 300.000 euros al año de la Fundación Mapfre. Unos 25.000 euros al mes de los que se desconoce las tareas que realiza allí la Infanta para recibir semejante cantidad, al alcance de muy pocos.